Muy buen día, yo soy católico, pero vivo esa fe obrera, la fe del carpintero. Por muchos años, toda mi adolescencia lo dediqué a una pequeña capilla en al Villa O´Higgins en la Florida. Eran años de ollas comunes, represión con allanamientos y peñas clandestinas. Quiero compartir contigo otro relato de los 80. Hay que escuchar a Victor Jara para leer esto.
La capilla
Llegué a la Villa O`Higgins porque me encontré con una vieja amiga de Chuqui, la Hermana Regina cerca de mi casa. Ella era una monja chorísima que había estado en Chuquicamata y que fue transferida por su orden a la Florida. Comprando el pan me la encontré y me invitó a visitar la capilla en que ahora trabajaba.
Se suponía que iba solo a apoyar un fin de semana como animador juvenil, ya saben, hacer algunos juegos y cantos infantiles y enseñar algo del evangelio. El fin de semana duró 10 años, formando a un grupo de niños, jugando, formando, orando, pero sobretodo mostrándoles que otro mundo era posible. No solo fueron los niños, en los temporales era recorrer las casas y regalar fonolas para reparar los techos, conseguir parafina para las estufas, hacer el pan con la olla común para alimentar a las familias que buscaban alimentos. Eran los tiempos de la dictadura, eran tiempos muy difíciles.
Hicimos más de un milagro, pero por sobretodo crecimos juntos en entrega y unidad. Lo di todo por ellos. Al final desde el viernes al domingo mi segunda casa era esa vieja capilla. Terminé cambiándome a vivir allí a mi bella Villa O`Higgins. Fui un poblador más y juntos cambiamos nuestras historias. Muchos “luchines” abrieron sus jaulas y volaron como pájaros. Parte de lo que soy también se los debo a ellos.
Finalmente terminé mi carrera y el norte me dio una segunda oportunidad y partí hacia Antofagasta. Unos años mas tarde nos reunimos y ahí me di cuenta que habíamos cambiado nuestras historias entre todos.