Llegué a estudiar a Santiago al Colegio San Ignacio A.O.
La verdad es que la adolescencia me la salté. A los pocos meses de estar allá, quedé junto a mi hermano viviendo solos en una gran familia que decidió acogernos.
Recuerdo de manera confusa esos años. Fueron años difíciles. De mucha pérdida. Como familia debimos separarnos y pasamos muchas penurias económicas. Eran principios de los 80 y los que lo vivieron saben de lo que hablo. Lo bueno fue que dejé de ser regodeón y aprendí a comer de todo.
La capital no fue amable. Pasaba perdiéndome en las micros. Todos caminaban apurados. Los viajes en micro eran todo un desafío. No es fácil subirse siendo estudiante. Tampoco es fácil ser de regiones llegando a la ciudad.
Lo bueno de toda esa época de somnolencia fue el colegio. Al principio lejano, luego gracias a los compañeros cada vez más cercano. La imagen de esos dos campanarios me acompañó cada día. En el tedio de las tardes, eran la imagen de paz.
No sería quien soy sin ese colegio.
Mi profe Jorge Marticorena Zilleruelo y mi profesora de matemáticas miss Perla Moraga supieron ver al joven “chuqui” (así me apodaron mis compañeros) y sacarlo de la tristeza. Le mostraron que era posible otro mundo.
Los amigos fortalecieron la confianza, y aún lo hacen pues a pesar de los años aún tenemos contacto y nuestro inigualable grupo de Wassap.
Y mi colegio me formó a fondo en el sentido de justicia social.
Con orgullo puedo decir que soy Ignaciano y desde ahí empezó a gestarse esta vocación de servicio que por años ha seguido intacta y que he podido compartir a mis estudiantes.
Te invito a escuchar lo siguiente:
Soy un Ignaciano como tú… Y mi profesora Jefe fue la miss Perla.
Soy parte de la directiva de la Asociación de Exlamunos del Colegio
Comunícate conmigo y se parte de nuestra aventura de unir a la comunidad del colegio